Mientras un informe adelantado por el Centro de Justicia Global (CJG) correspondiente al año 2003 puso de manifiesto esa falta de respeto a los derechos humanos y el cada vez más notorio aumento de la violencia, el presidente brasileño, Luiz Inácio da Silva (“Lula”), desde Brasilia, anuló el día 14 de mayo la equivocada decisión de expulsar y retirar el visado al periodista Larry Rother del The New York Times por un artículo que el gobierno consideró ofensivo para el Primer Mandatario porque en él se señalaban presuntas tendencias alcohólicas de “Lula”.
En relación con la difícil situación por la que atraviesan los derechos humanos en Brasil, el estudio que sirvió de base para el informe anual y que fue realizado en 13 Estados (provincias) del país, manifiesta que “las violaciones son especialmente preocupantes en las zonas rurales, donde el año pasado aumentaron de forma notable los asesinatos de campesinos e indígenas”.
Una de las directoras de CJG, Sandra Carvalho, declaró a la prensa que “constatamos que persiste en el país un cuadro de grandes violaciones de los derechos humanos y en algunos casos, como en los conflictos del campo, la situación empeoró el año pasado”, de lo cual se culpa, especialmente, a los terratenientes y a la policía.
Para el CJG, Brasil es un “país marginado, rehén de la profunda desigualdad, de la ausencia de perspectivas y de las diferencias y contradicciones sociales”, y también para esa Organización No Gubernamental (ONG), “la impunidad acaba prevaleciendo, principalmente porque las víctimas son pobres”.
En efecto, en Brasil existen 48 millones de personas que sufren “pobreza extrema” y eso también ha sido un “caldo de cultivo” para que la delincuencia común crezca considerablemente y para que centenares de personas desempleadas ingresen a las filas del narcotráfico, que se ha hecho poderoso en las “favelas” de Río de Janeiro, especialmente.
De acuerdo con el informe del CJG, que recoge datos de la Comisión Pastoral de Tierra (CPT), durante 2003 un total de 73 campesinos fueron asesinados en conflictos por la tierra, registrándose con ello un aumento equivalente al 69,8 por ciento en comparación con el año 2002 y fue el “más trágico” desde 1990.
También el año pasado fueron asesinados 27 indígenas como consecuencia, dice el informe, del “recrudecimiento de acciones de latifundistas y hacendados, entre otros”, que quieren apoderarse de las tierras que pertenecen a los indios para hacer en ellas grandes construcciones o aprovecharse de la producción cultivada, a veces en condiciones muy precarias, por una población indígena que soporta de “manera continuada” las violaciones a sus derechos humanos.
Aunque Brasil esté actualmente gobernado por “un presidente (“Lula”) y un Partido (de los Trabajadores) que tienen su origen en los movimientos sociales, el cuadro de violaciones a los derechos humanos permanece prácticamente inalterado”, por lo que se concluye, dentro de la opinión pública, que los esfuerzos realizados por el gobierno que comenzó su andadura el primero de enero de 2003 “han sido insuficientes o nulos” en ese importante tema.
Por otra parte, el CJG se hace eco del “alarmante aumento de la violencia policial en las grandes ciudades” y señala que en ellas ha “crecido de forma escandalosa” el número de civiles muertos en operaciones de los agentes del orden, aunque para esa organización, dedicada a la promoción y protección de la justicia social y de los derechos humanos en Brasil y que cuenta, entre otros, con el apoyo de la Unión Europea (UE), la “violencia policial no tiene ninguna relación directa con el combate a la criminalidad”.
En Río de Janeiro, la antigua capital de Brasil, en donde las bandas de narcotraficantes se han hecho muy poderosas, existe la “policía más violenta del país”, según el CJG, que señala en su informe que mueren diariamente 3,2 personas víctimas de la acción de los agentes del orden, mientras en Sao Paulo, la ciudad más industrializada del país, ese porcentaje alcanza a 2,3.
Por esa causa, durante el año 2003 en Río de Janeiro murieron 1.195 civiles mientras en Sao Paulo el total de víctimas mortales alcanzó a 868.
Recientemente, el 9 de abril pasado, la policía “carioca” inició una amplia “operación de limpieza” contra las poderosas mafias del narcotráfico, que dejó al menos diez muertos y numerosos capturados, en las favelas (barriadas pobres) de Rocinha, Vigidal, Parque de Cidade y Chacara do Ceu, situadas sobre las colinas que dan a los barrios de clase alta y de las playas.
Un día después de hacerse público ese negativo informe del CJG contra la acción del gobierno de “Lula”, ya que se siguen violando o van en aumento la falta de respeto a los derechos humanos, el mandatario brasileño “dio marcha atrás” a su primera decisión de pisotear también la libertad de prensa con la orden de salida, en un plazo de ocho días, del corresponsal estadounidense del The New York Times en América Latina, Larry Rohter.
La presión de la opinión mundial, de las organizaciones periodísticas internacionales y brasileñas, e, incluso de los partidos políticos entre ellos el suyo, de los Trabajadores, sirvió para que el ministro de Justicia, Marcio Thomaz Bastos, informara oficialmente que “el presidente me autorizó a considerar cerrado el caso”, por lo que Rohter podrá seguir viviendo y desarrollando su misión periodística en un país donde nació su esposa.
El gobierno brasileño consideró que una carta de los abogados del periódico neoyorquino donde piden al ministro Bastos que se “reconsidere la decisión de anular la visa de Rohter” constituía una “retractación” y una “disculpa”, porque en ella se indicaba que “el periodista no había querido ofender y que respetaba al Presidente de la República y lamentaba las consecuencias del artículo”.
El periódico neoyorquino publicó el 9 de mayo pasado un artículo de Rohter donde se indicaba que “Lula” tenía tendencias alcohólicas, y su dirección desde el principio dio pleno respaldo a su corresponsal, lo que ratificó ahora al serle levantada la sanción, dispuesta el día 11, e indicar que “mantenemos que nuestra historia era precisa y justa, como lo hemos hecho durante toda la semana”, de acuerdo con un comunicado firmado por su portavoz, Toby Usnik.
Para Usnik no “hubo retractación ni una disculpa” en la petición que el diario formuló al gobierno brasileño “aunque expresamos nuestro pesar por la controversia política que generó la historia”.
No opina igual el ministro Bastos, porque a su juicio, “en términos jurídicos la retractación es exactamente lo que está en el punto siete (de la carta); la persona manifiesta que no tuvo intención, la persona manifiesta su respeto y lamenta las consecuencias de ese artículo que escribió”.
Rohter podrá regresar, por tanto, a Brasil, país que abandonó el lunes pasado al conocerse el malestar que su artículo había causado a “Lula” y a su gobierno” y “consciente que algo le podría pasar”. Al parecer, viajó a Argentina o Paraguay, países fronterizos con Brasil.
Para las organizaciones periodísticas, el gobierno de Estados Unidos y los propios partidos políticos brasileños,”el caso tuvo una solución política correcta”, pero por, sobre todo, sirvió para evitar que Brasil quedase incluido definitivamente en la “lista negra” de los países que atentan contra la libertad de prensa, aunque de todas maneras se puso al descubierto que ni a “Lula” ni a su gabinete les gusta que salgan artículos críticos, porque prefieren únicamente los de las alabanzas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario